De verdad, ¿el mejor de todos los equipos?
6 de agosto de 1927. ¡Hasta el día de hoy, exactamente han pasado ya noventa años! Sábado por la tarde en la ciudad de Nueve York. En su feudo del Yankee Stadium, los de casa pierden 6 a 3 con los Medias Blancas de Chicago. El revés tuvo como principal responsable a Ted Lyons, el pitcher abridor de los Medias Blancas. No solo anduvo toda la ruta de nueve entradas. Aparte no regaló bases por bolas y desmanteló al corazón ofensivo de los Yanquis con dos ponches para Babe Ruth y uno para Lou Gehrig. Los dos toleteros zurdos se fueron de 8-0.
Sin embargo, lo ocurrido no fue más que un breve alto en el paso victorioso impuesto por el equipo de la Gran Manzana desde la fecha inaugural de la temporada. En la siguiente tanda inició una racha que lo llevó a ganar 35 de los últimos 48 encuentros del calendario regular, y así atrapar el gallardete de la Liga Americana con récord de 110 victorias por 44 derrotas, y 19 juegos de ventaja sobre su perseguidor más inmediato.
Créanlo o no, estén o no de acuerdo, la actuación le concedió a los Yanquis de Nueva York de 1927 el pretencioso honor de ser el “MÁS NOTABLE” conjunto en la historia de las grandes ligas. Sí amigos, en mayúsculas porque no es poca cosa. El épico calificativo cuenta con sobradas justificaciones. A saber, la escuadra fue la primera en el circuito con promedio en bateo de .307, 158 jonrones, 975 carreras anotadas, 908 empujadas, 1.644 imparables, y junto a ese manojo ofensivo, sus lanzadores finalizaron con la efectividad más reducida, 3.20, mientras asimismo fueron los que más blanqueos propinaron y los que menos bases por bolas otorgaron.
La alineación habitual a lo largo de la temporada estuvo conformada por Pat Collins en la receptoría, Lou Gehrig en la primera base, Tony Lazzeri en la segunda almohadilla, Joe Dugan en la antesala, Mark Koenik en el campocorto, Bob Meusel en el jardín izquierdo, Earl Combs en el central y Babe Ruth en el derecho.
Cinco de ellos culminaron con averages de bateo más allá de los .300 puntos, cuatro enviaron al menos 100 anotaciones hasta el plato, y tres anotaron más de un centenar de rayitas. Con nombres y apellidos, Babe Ruth impuso su registro de 60 cuadrangulares para una sola campaña, acompañados de 164 impulsadas. Lou Gehrig lo siguió con 47 vuelacercas y un récord para la época de 175 remolcadas. Entretanto, el lanzador Wait Hoyt fue el primero de la liga con 22 triunfos, y Wilcy Moore el primero con 13 rescates y efectividad de 2.28.
El paradigma de los Yanquis de 1927, como el mejor de todos los equipos en la crónica centenaria de las ligas mayores, soporta las acometidas del tiempo con otros pormenores enciclopédicos. Desde entonces solo otro conjunto dentro del calendario de 154 juegos, consiguió superar su registro de triunfos: los Indios de Cleveland de 1954 con marca de 111-43. Solo que la tribu ganó la corona de la Liga Americana con ³apenas² ocho más allá del segundo lugar, antes de ser barrida en cuatro compromisos por los Gigantes de Nueva York en la Serie Mundial. Otro detalle igual de glorioso, recuerda que siete integrantes de esa edición de los Yanquis están en el Salón de la
Fama: Lou Gehrig, Tony Lazzeri, Babe Ruth, Earl Combs, Wait Hoyt, el también pitcher Herb Pennock y el manager Miller Huggins.
Una leyenda con detractores en la ciudad de Pittsburgh y sus alrededores, cuenta que los Piratas perdieron la Serie Mundial de 1927, desde el momento en que observaron la práctica bateo de los Yanquis antes del primer choque del clásico. El mito en parte lo confirma la barrida en cuatro jornadas que encabezó Babe Ruth con dos jonrones y siete carreras empujadas, con pizarras para Nueva York de 5-4, 6-2, 8-1 y 4-3.
Al final del camino, todo se reduce al gusto de cada quien a partir de sus convicciones sobre cuál debe ser el mejor de todos. Nunca se llegará a un acuerdo definitivo, y menos único. Pero en todo caso, la presunción de que los Yanquis de Nueva York de 1927 es la novena “MÁS NOTABLE” vista jamás en las grandes ligas, solo podría ser demolida con pruebas tan sólidas como las que la sustentan. ¿Qué más habría que agregar para justificar un apodo tan rimbombante?